Capítulo 37 40

El siguiente golpe contra la puerta resonó como un trueno en el corazón de Mía. La madera se partió en una esquina, dejando entrar un hilo de aire helado que apagó la última vela. La oscuridad se adueñó del lugar, rota apenas por el resplandor enfermizo que emanaba del diario.

—¡Rápido! —ordenó Cam...

Inicia sesión y continúa leyendo