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Finalmente, el agotamiento la venció y, a pesar de la incomodidad y la tensión que aún la aferraban, se quedó dormida. El miedo se atenuó.


En la mesa del desayuno, Marco permanecía sentado con su habitual calma, salvo por la mandíbula apretada. Colocó una taza de café frente a Harper sin decir...

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