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—Es el diablo —susurro, sentándome bruscamente en el borde de mi cama. Llevo un pijama blanco con patitos, pero no me juzgues: fue un regalo de Charlie, y no tuve el corazón para decirle que ya tenía diez años más de los necesarios para usarlos.

—¿Quién? —pregunta Miranda, deteniéndose y girándose ...

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