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Decido hacerle la misma pregunta que Creed me hizo a mí.

—¿Por qué? —susurro, mi voz apenas audible, el sonido robado por la suave brisa y el tintineo de los carillones de viento.

—¿Por qué, qué? —pregunta el príncipe, acercándose tanto que puedo ver motas de oro, azul y verde en sus iris. Su cabe...

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