El apellido

Nunca me pregunté por qué.

Ni por qué los Brennan me acogieron.

Ni por qué terminé envuelto en este maldito acuerdo.

—Sabemos que estás despierto —dijo Viktor. Su aliento olía a nalewka y me acarició las pestañas, haciéndome fruncir la nariz—. Serías un idiota si te durmieras en una noche com...

Inicia sesión y continúa leyendo