Isa
—Mientras colgaba el teléfono con Darío, mi corazón latía con fuerza en el pecho. Habían pasado siete años desde la última vez que hablamos, y ahora acababa de tener una conversación perfectamente civilizada y educada con él. Darío Covas. Uno de los empresarios más exitosos y ricos del país.
No podía evitar sentir una mezcla de emoción y temor ante la perspectiva de entrevistarlo para City Magazine.
Estaba sola en mi oficina, mirando por la ventana las calles concurridas de Salamanca abajo, con la luz del sol cálida a través del cristal a pesar del frío que hacía afuera. Mi mente corría mientras pensaba en los eventos que me habían llevado hasta aquí. Más temprano esa mañana, mi editora, Carla, me había llamado a su oficina para darme la mejor noticia que podía esperar: la promesa de un ascenso que venía acompañado de un aumento salarial considerable.
Necesitaba ese puesto más que necesitaba el dinero. Había estado luchando para llegar a fin de mes y los gastos no dejaban de acumularse. Estaba desesperada por un poco más de margen financiero. Desesperada por una oportunidad para salir adelante.
Pero esta historia, la historia sobre Darío, era el casting para el ascenso. Solo los redactores senior solían encargarse de estas entrevistas de alto perfil, y odiaba los juegos mentales de Carla más que nada en el mundo. Pero, ¿qué opción tenía? Amaba mi trabajo.
Pero... cuando Carla mencionó la idea y me dijo quién era el protagonista, recuerdo que sentí como si un martillo me hubiera golpeado el pecho. De repente me faltó el aire y me sentí pesada al pensar en el hombre que me había causado tanto dolor. La última vez que vi a Darío fue en mi cama cuando ambos estábamos en la universidad. Ahí fue donde me rompió el corazón. Perdimos contacto poco después y pasé años tratando de olvidar que Darío Covas existía.
Carla sabía cómo presionar, y me di cuenta de que no había excusa razonable para no hacer la historia. Decir —Él fue un idiota conmigo en la universidad— no funcionaba ante adultos y profesionales. Y, Dios, quería ser profesional. Necesitaba —y merecía— este ascenso, y esta era mi oportunidad.
Me llevé una mano al estómago nervioso, como si todos mis órganos protestaran. El corazón me latía rápido y las palmas sudaban. Apoyé la piel caliente de mi frente contra el vidrio frío de la ventana y sentí que la calma me invadía mientras bajaba la temperatura.
Esta entrevista era solo negocio. Era mi trabajo y necesitaba mantener mis emociones bajo control.
Cuando veo al vidrio de la ventana y vi mi reflejo. Mi cabello estaba desordenado y tenía ojeras por las largas noches de trabajo y preocupación. Pero había algo más. Un destello de esperanza, una determinación por mejorar mi vida. Sabía que esta entrevista con Darío podía cambiarlo todo.
Respiré hondo y regresé a mi escritorio. Abrí la laptop y empecé a investigar sobre Darío. Quería saberlo todo para estar lo más preparada posible para la entrevista. Al leer su biografía no pude evitar impresionarme con todo lo que había logrado. Era un multimillonario hecho a sí mismo, con fama de ser despiadado en los negocios. Al mismo tiempo, era increíblemente compasivo. Darío era conocido por su labor filantrópica y por su tenaz misión de realmente tratar de hacer del mundo un lugar mejor.
Ese era el Darío que conocía años atrás. Siempre estaba entusiasmado con algún proyecto en el que trabajaba y el impacto que tendría en las personas.
Su empresa, Tecnored, comenzó como una forma de ayudar a personas de todas las edades a aprender más sobre tecnología y ciencias de la computación. En muy poco tiempo creció hasta convertirse en un gigante que no solo incluía soluciones educativas tecnológicas de última generación, sino también todo tipo de productos personalizados para cada sector empresarial. La magnitud de lo que Darío había logrado era increíble.
Y todavía ayudaba a estudiantes de primaria y secundaria a aprender codificación y habilidades tecnológicas, sin costo, a través de sus programas comunitarios. No solo donaba grandes sumas de dinero, sino también dedicaba mucho tiempo a dirigir algunas de estas clases.
Casi alcancé el nivel de fanática cuando leí un artículo donde hablaba de cómo evitó despidos en Tecnored. En una época en que decenas de miles de trabajadores eran despedidos en empresas tecnológicas por todo el país, Darío decidió aceptar menores ganancias para su compañía, reducir los bonos de los altos ejecutivos y recortar su propio salario para mantener a más empleados durante la recesión del sector.
Y ahí estaba él, Un hombre multimillonario, super exitoso y apuesto. Si que pudo seguir adelante y por lo visto se le hizo fácil. Y yo aquí preguntándome que habría pasado entre nosotros si no me fuese hecho lo que hizo. Me vienen recuerdos de aquella noche tan especial, pero detrás de esos recuerdos también me llegan a la mente los mensajes pidiendo una explicación que nunca me respondió. Solo una simple explicación del porque se fue así. Dejándome sola y sin importarle como estaba. Lo único que creo, es que él se encargó de que más nunca supiera de él y así fue.



























