El Reencuentro
—Llegó el día de la entrevista, y me desperté sintiéndome sorprendentemente tranquila. Después de ducharme, limpié el vapor del espejo y me quedé mirando mi reflejo por un minuto. Me alegré de haberme hecho unos reflejos dorados en mi cabello castaño medio, que de otra forma era aburrido, unas semanas atrás cuando me lo corté. Seguía viéndose brillante mientras caía hasta mis omóplatos. Lo sequé con secador, lo que tomó una eternidad y me dejó el brazo dolorido porque tenía mucho cabello, pero me gustó el aspecto que tenía. Metí mi spray fijador y un cepillo en la bolsita que iba a llevar conmigo.
—Fui a mi clóset y saqué el conjunto que Samara y yo habíamos elegido unos días antes. En consideración al viaje y al lugar de la entrevista, Samara me convenció de usar unos jeans negros ajustados que resaltaban mis curvas. Los combiné con un suéter azul royal y añadí mis preciados pendientes de diamante. Eran lo mejor que tenía. Saqué el segundo conjunto, uno más cómodo, por si acaso. Una chica siempre tiene que estar preparada.
—Además, la revista pagó para que el equipo y yo pasáramos la noche en Sierra Norte por si todo se extendía, así que tenía una bolsita con algunos artículos de aseo. Metí todo en mi gran bolso de cuero marrón que llevo a todos lados. Podía guardar mi laptop, papel y bolígrafo, y mi grabadora de voz, y ahora servía también como bolso de viaje.
—Mis manos sudaban en el volante mientras manejaba por los caminos sinuosos que llevaban a la cabaña de Darío. Borja, el camarógrafo, y su asistente, Iñigo, iban en otro vehículo, y agradecía ese tiempo a solas. No podía quitarme el nerviosismo que había instalado en mi estómago desde que acepté esta asignación. Nuestra historia seguía siendo un tema sensible para mí, ya que nunca había superado realmente al hombre devastadoramente guapo que sacudió mi mundo; que alguna vez fue mi mundo. A pesar de lo cruel que había sido conmigo, nunca pude olvidar cómo me hacía sentir.
—Cuando llegué a la cabaña, respiré profundo y traté de calmar mis nervios, agradecida de no estar sola con Darío al menos. Borja e Iñigo llegaron en su Mercedes negra justo detrás de mí.
—Tomé mi largo abrigo negro inflado de invierno del asiento del copiloto y me lo puse. Hacía mucho más frío aquí que en Salamanca y ya había nieve en el suelo. Agradecí no haber usado calzado elegante y llevar botas de nieve cálidas y cómodas.
—Borja y su asistente sacaban unas bolsas de cámara de la parte trasera de su auto cuando Darío salió.
—Todo quedó en silencio cuando lo vi. El mundo se detuvo y olvidé cómo respirar. ¿Cómo era posible que aún me afectara así? Una sonrisa cálida se extendió en su rostro y el borde de su grueso abrigo se levantó cuando levantó la mano para saludar.
—En mi investigación, encontré muchas fotos suyas en medios a lo largo de los años. Siempre se veía tan elegante y pulcro, como intocable. Pero ahora llevaba unos jeans ligeramente desgastados y unas botas reales que habían recorrido muchos kilómetros, y un abrigo negro simple. Podría ser cualquier hombre del área. Excepto que no lo era. Al menos para mí.
—Su cabello oscuro estaba ligeramente rizado y un poco despeinado. No parecía haberse peinado con producto, y estaba como una semana sin cortarse.
—En resumen, este era el Darío con quien pasaba largos días de verano caminando y frías noches de invierno acurrucados en la cama, creando nuestro propio calor especial. Era hermoso. Perfecto.
—Estaba parado justo frente a mí. Ni siquiera me di cuenta de que venía hacia mí hasta que fui golpeada por la fuerza de sus ojos. Eran azul grisáceo, como nubes tormentosas en una tarde veraniega brumosa y calurosa.
—Darío se metió las manos en los bolsillos de sus jeans y se recostó en sus talones, con diversión en los ojos como un relámpago al mirar mi labio. Tardíamente, me di cuenta que estaba mordiéndome el labio inferior. Era señal de que estaba nerviosa, y Darío me conocía mejor que nadie. O al menos solía conocerme.
——Isa. — Dios, su voz no tenía derecho a sonar tan sexy. La cantidad justa de ronquera que mandó un rayo de calor directo a mi interior. ——Es bueno verte de nuevo. —
—Extendió su mano hacia mí y me quedé mirándola un segundo antes de meter mi mano enguantada en la suya, agradecida de que no fuera contacto piel con piel. Estaba segura de que eso me haría estallar en llamas justo aquí en esta montaña cubierta de nieve.
——Hola, Darío. — Me ardían las mejillas mientras trataba de mantener un tono neutral. ——Gracias por aceptar la entrevista. —
——Por supuesto. — dijo Darío, con una mirada extraña que cruzó sus ojos antes de apartarlos al oír pasos sobre la grama. Hicimos las presentaciones con Borja e Iñigo antes de que Darío nos llevara a la cabaña.
—No sabía qué esperar de la cabaña de un millonario. Darío había hablado de este lugar cuando estábamos en la universidad y había estado en su familia por mucho tiempo. Pero de alguna manera el espacio iluminado no me sorprendió en absoluto.
—Era más rústica que algunas de las cabañas de la zona, pero aún hermosa y cuidadosamente construida. Parecía que se había ido ampliando con el tiempo. Había detalles modernos y tecnológicos por todos lados, como paneles solares.
Darío nos llevó a la cocina.
——Este es el corazón de la cabaña. — dijo, señalando los relucientes electrodomésticos de acero inoxidable. ——Tengo todo lo necesario para cocinar un banquete.
—No como si necesitaras, pensé, negando con la cabeza ante el brillo de los electrodomésticos. El Darío que conocía solo hacía lo mínimo en la cocina para sobrevivir, pero quizá tenía algunos trucos nuevos bajo la manga.
—Aunque vi destellos del viejo Darío, era diferente. Demasiado diferente en algunos aspectos. Donde el viejo él habría estado emocionado mostrando algo tan grande y valioso para él, este Darío era tan frío y controlado que empezaba a asustarme un poco. Ahora empiezo a creer que siempre fue así y yo fui una tonta al no darme cuenta creyendo que era un gran hombre. Creo que debo agradecer la vida por haberlo quitado de mi camino.



























