22

Él estaba allí, de pie junto a la cama. Su torso estaba cubierto, pero sus brazos estaban al descubierto. Su piel era tan blanca como la leche, y se giró rápidamente en el momento en que oyó abrirse la puerta, con los ojos abiertos de par en par por la sorpresa.

Pronto se estrecharon con ira.

—¿Qu...

Inicia sesión y continúa leyendo