59

ARIADNE

—¡Por favor, detente! —supliqué, arrastrándome hacia ella con todas las fuerzas que podía reunir, pero el acónito seguía debilitándome.

—Un perro menos —dijo con una voz malvada que helaba la sangre antes de levantar sus garras.

Iba a matar a Moria.

¡Realmente iba a hacerlo!

Una oleada ...

Inicia sesión y continúa leyendo