Confesión.

Lilly

—¿Qué? ¡No!— solté, sintiendo cómo se me calentaban las mejillas.

Luciano solo se rió, levantando ambas manos en una rendición fingida.

—Intentaré mantener mis ojos y manos para mí, Amore, pero estás adolorida… y no quiero que te caigas y te lastimes. Así que te ayudaré.

Su voz era su...

Inicia sesión y continúa leyendo