Las ruinas de nuestras vidas.

Kaiden

La iglesia olía a incienso y cera de velas, lo suficientemente espeso como para hacerme arder la garganta. Filas de negro llenaban los bancos, familia, amigos, aliados, todos reunidos en un silencio que se sentía demasiado ruidoso. Al frente, el ataúd estaba cubierto de lirios blancos, el...

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