Capítulo 1 Capítulo 1

De niña, mi familia vivía en una casa adosada en un pequeño pueblo de Inglaterra. Nuestro vecino era un hombre llamado Rick, amigo de la familia, pues vivía al lado desde que tengo memoria. Era unos 17 años mayor que yo, un chico bastante guapo y llevaba diez años viudo. Siempre era bienvenido en casa y me caía muy bien.

A los dieciséis años, empecé a fantasear con él cuando empecé a masturbarme para liberar mis impulsos sexuales. En mis fantasías siempre lo llamaba papi, quizá porque era mayor que yo y lo veía como una figura paterna, pero no sé muy bien por qué. Mi padre nunca abusó de mí y Rick nunca me hizo insinuaciones sexuales, así que era algo que no puedo explicar.

Cuando tenía diecisiete años, Rick se mudó a Cambridge. Sabía que era escritor y solo cuando se mudaba me enteré de que escribía libros técnicos, pero que recientemente había escrito una novela que fue un éxito instantáneo al publicarse. Dijo que necesitaba un cambio de aires para poder concentrarse en su nueva novela. Todos lamentamos su partida, pero seguimos en contacto.

A los dieciocho años gané una beca para la Universidad de Cambridge. Mis padres estaban muy contentos, pero les preocupaba que me fuera de casa. No usé la beca hasta los diecinueve, para tomarme un descanso de los estudios.

Como no sabíamos mucho sobre las ciudades universitarias y la escasez de alojamiento, nos costó encontrar un lugar adecuado para alojarme, ya que lo dejamos hasta casi la fecha de mis clases. Mi madre me dijo que la casa de Rick no estaba muy lejos de la universidad, ya que ella y papá lo habían visitado un par de veces y que la casa estaba en la ruta del autobús. Quizás podría dejarte alojarte con él hasta que te familiarizaras con la ciudad. A papá le pareció una excelente idea y esa noche llamó a Rick, quien le dijo que estaría encantado de que me quedara con él.

Rick me recibió en la estación de tren y me llevó a su casa. Era una casa antigua con su propio terreno, aislada de la carretera y de las casas vecinas. Me encantó la casa después de nuestra casa adosada, y la habitación que Rick dijo que era mía era preciosa. Se notaba que la habían decorado recientemente por el olor a pintura y papel pintado nuevos, y me encantó su elección de papel pintado. Le pregunté si había redecorado la habitación solo para mí. Sonrió y dijo que sí, que quería que mi estancia fuera agradable y feliz.

No pude resistir la tentación de mostrarle mi aprecio y me acerqué a él y lo rodeé con mis brazos y le di un gran beso en la mejilla, fue mientras lo sostenía que los recuerdos de mi fantasía sobre él siendo papá inundaron mi mente y sentí que mi coño comenzaba a mojarse.

Todo se tranquilizó pronto y tomaba el autobús para ir a la escuela todos los días y a casa por la noche los días que tenía tres clases. Los demás días, mis clases terminaban temprano, así que llegaba a casa a las dos de la tarde.

Debo confesar que desde aquella tarde en que abracé y besé a Rick en la mejilla, mi fantasía dominaba mi mente cuando me sentía cachonda, así que la dejaba volar imaginando todo tipo de situaciones en las que Rick me desnudaría y luego se follaría a sí mismo. Metiendo dos dedos en mi coño mojado, imaginando que era la polla grande y dura de Rick cabalgándome, llevándome al orgasmo. Hacía esto dos o tres veces por semana.

El hecho de que él ya tuviera treinta y seis años y yo solo diecinueve no parecía importar. Sabía que quería que fuera él quien me conquistara. Así que me dispuse a seducirlo, planeando cuidadosamente que, cuando llegara el momento oportuno, lo pondría cachondo y lo desearía, y luego me entregaría a él.

La oportunidad llegó dos meses después. Era sábado por la noche y me preguntó si me quedaba en casa o iba a visitar a una chica con la que me había hecho amiga. Como me quedaba en casa, le dije que tenía novio y que no la vería mucho los fines de semana. —¿Todavía no has conocido a ningún chico que te guste?— me preguntó. —No, Rick, la mayoría de los jóvenes parecen muy inmaduros y ahora mismo no puedo hablar con chicos mayores. —le dije.

—Bueno, voy a darme un baño y quizás podríamos jugar a las cartas más tarde, o ver la tele si quieres. —dije. —Las cartas suenan genial, no hay mucha tele esta noche hasta tarde. —dijo.

Así que fui a darme un buen baño largo. De alguna manera presentía que esa noche sería la noche en que Rick me quitaría la virginidad. Me quedé pensando y preguntándome cómo sería que un hombre mayor me besara, estar desnuda frente a él, sentir sus manos tocándome. Subí las manos y ahuequé mis pechos, apretándolos imaginando que eran las manos de Rick. Luego me pregunté cómo sería cuando un hombre me penetrara por primera vez, cuánto dolería, especialmente si me rompiera el himen. Estaba a punto de bajar la mano y jugar con mi clítoris cuando decidí que era hora de bajar y unirme a Rick.

Me sequé, me envolví en una toalla y bajé a la sala. Rick se sorprendió al verme solo con una toalla. Dije que quería saber qué pasaba en la tele más tarde. —¿Qué hay en la tele más tarde, Rick?— Mi oportunidad llegó cuando respondió —Déjame ver. —Hizo una pausa y en ese momento dejé caer la toalla al suelo y me quedé desnuda frente a él. —¿Megan, qué haces?— preguntó. Fingí haberlo malinterpretado diciendo. —Pensé que querías verme desnuda cuando dijiste."Déjame ver."—

Dio un paso adelante y se agachó para recoger la toalla. Al incorporarse para dármela, le dije. —Gracias, papi. —Me miró de nuevo, pero solo aferró la toalla y vi que me miraba los pechos, así que le pregunté. —¿Te gustan mis tetas, papi?— Se emocionó y dijo con voz ronca. —Eres una seductora, Megan. Sí, tus pechos son preciosos, como todos ustedes. —

—Gracias papi. —respondí sintiéndome más seguro de que las cosas estaban saliendo bien para mí.

Me acerqué y le dije. —Siente mis tetas papi, bésalas y chupa mis pezones.—

—Pero Megan, eres mucho más joven que yo, no debo aprovecharme de ti. —dijo.

—Pero papi, te deseo, la edad no me importa, siempre te he deseado, he fantaseado contigo muchas veces mientras me masturbaba. —

Dejó caer la toalla al suelo, puso sus manos sobre mis hombros, me miró a los ojos y dijo. —Megan, dulce, dulce Megan, he pensado en ti sexualmente desde que tenías dieciséis años, cuando te estabas convirtiendo en una mujer, y ahora eres una mujer hermosa. No puedo creer que lo que me estás diciendo esté sucediendo de verdad; me he masturbado muchas veces imaginando que eras tú. Prométeme que si hago lo que quieres, nunca le contarás a nadie sobre esta noche. —

—Te lo prometo, papi, siempre será nuestro secreto. —le dije.

—¿Por qué me sigues llamando papi?— me preguntó.

—No lo sé, pero empezó cuando fantaseaba contigo a los dieciséis. —le dije

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