137- Porque aparentemente me gustan mis hombres malditos y pegajosos

KACIA

Después de recoger mis llaves de donde las dejó caer Tracey, doy unos golpecitos en el maletero del coche. El metal está cálido bajo mis nudillos.

—Eh, Tracey, ¿dónde vives realmente? ¿Y hay alguna forma segura de dejarte allí? —pregunto incómodamente. Esto es tan raro. Se siente como si...

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