24. Aquí viene el sol

La puerta de la habitación se abrió de golpe y un hombre con el cabello como el de Selene entró. —Perdonen mi intrusión, Majestades de Faerl, pero no pude ignorar una reunión familiar tan grande—. Tomó la silla vacía que Lucinda habría ocupado si no estuviera dentro de mí. —¿Cómo han estado los hijo...

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