Capítulo 31 — Entre árboles y piel

El amanecer entraba a la cabaña como una confesión silenciosa. La luz dorada se filtraba por las rendijas de las cortinas, rozando la madera y nuestros cuerpos aún enredados.

Alejandro se incorporó primero, con el cabello desordenado y la respiración más tranquila, pero sus ojos seguían cargados de...

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