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Estábamos cerca de la casa, y algo en mi instinto me decía que nos acercábamos a nada bueno. Miré a Reyna, que estaba mirando por la ventana, con el ceño fruncido y la mirada inalterada.

—Cuando entremos a la casa, no te alejes de mi lado hasta que yo diga que está bien, ¿entiendes? —pregunté. Ella...

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