Capítulo trescientos noventa y nueve

GRYFFIN

Mis cejas se fruncen con curiosidad y lo único que se me ocurre decir es:

—Primero que nada, es mi polla. Está dura como el puto acero. Y no la estoy escondiendo. La estoy aliviando. Solo intento evitar que el peso de esta maldita cosa me rompa las rodillas. ¿Y qué demonios quieres...

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