Capítulo cuatrocientos tres

Sus cejas se fruncen mientras se acerca y mi corazón comienza a golpear contra mis costillas como un toro en un corral, desesperado por liberarse.

Ella niega con la cabeza, fijándome con una mirada incrédula.

—¿En serio? ¡Tyler piensa que me has secuestrado! Tengo que ir a aclarárselo.

—Está bien...

Inicia sesión y continúa leyendo