Capítulo cuatrocientos cincuenta y dos

ADELLE

Toda la habitación queda en silencio con mi pregunta y Gio golpea su ahora vacío vaso, sosteniéndolo en el aire como si fuera de la realeza.

—Otro dedo, por favor —dice con una voz fría y autoritaria.

Dominic resopla.

—¿Qué soy yo? ¿Tu maldito chico de los recados?

—¡Cuidado con el l...

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