Capítulo quinientos cuarenta y cinco

—¡Odin! Come para que podamos ir al festival— le ruego al terco lobo. Empujo el cuenco de croquetas más cerca de donde ha estado estacionado durante la última media hora, justo al lado de la puerta trasera.

Él gruñe, girando su cara y su cuerpo hacia la pared, de manera que tiene su nariz en la gr...

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