Capítulo 4

Pensé en ello toda la noche y llegué a una conclusión; iría a ese hotel y le diría a Massimo que no puedo tener nada con él. Primero, porque soy virgen, segundo, es amigo de mi padre y tercero, es un hombre mayor.

Todavía estoy asombrada de cómo han resultado las cosas.

¿Por qué se fijó en mí?

¿Qué lo atrajo de mí?

Massimo es un hombre directo y sincero, pero aún así me sorprendió la forma en que me dijo que quería follarme.

Solo pensar en las cosas que un hombre experimentado como él me haría hace que mi cuerpo se humedezca y un lugar inexplorado comience a palpitar.

Miro al techo e intento olvidar mis pensamientos pecaminosos, pero es difícil. La imagen de Massimo está grabada en mi cerebro y la forma en que me tocó en la cocina de la casa de mi padre todavía me provoca sensaciones que nunca había sentido antes.

Mi mano viaja por inercia a mi vagina y compruebo que estoy mojada.

Y todo es por Massimo.

Muevo mis dedos en un movimiento circular sobre mi centro nervioso y miles de sensaciones me invaden.

Pienso que es mi jefe quien me toca de esa manera y, sorprendentemente, empiezo a sentir la necesidad de ser penetrada.

El recuerdo de Massimo masturbándose en su oficina mientras yo lo observaba se apodera de mí.

Desde que te vi no puedo dejar de pensar en esa boquita traviesa alrededor de mi miembro. ¿Te gustaría?

Recuerdo sus palabras y mientras me toco, imagino que hago lo que él pide. Tomo su enorme miembro en mi boca y lo chupo como si fuera un caramelo.

Mi cuerpo empieza a desear más y más y solo tocar mi clítoris no es suficiente, así que inserto dos de mis dedos dentro de mí.

No es suficiente.

Mis dedos entran y salen llenos de mis fluidos corporales mientras con mi otra mano me pellizco los pezones.

Nunca me había masturbado antes, así que todo esto es nuevo para mí.

Unos gemidos escapan de mi garganta mientras alcanzo el orgasmo por primera vez.

Eso fue intenso.

Una vez que me calmo, cubro mi rostro de vergüenza por lo que acaba de pasar.

Mejor duermo antes de hacerlo de nuevo.

No sé en qué momento me quedé dormida, solo recuerdo el sonido de la alarma rompiendo mis oídos.

Mi día comienza camino a la universidad donde paso unas cinco horas entre clases. Mi amiga Hanna, al verme, me dice que me veo diferente, un poco más emocionada.

—¿Conseguiste ese trabajo que mencionaste? —pregunta.

—Sí.

Me da vergüenza contarle todo lo que pasó con Massimo y sobre la invitación a ese hotel. Prefiero mantener esta información para mí hasta estar segura de lo que haré.

—¿Cómo es tu jefe? —pregunta.

Casi escupo el agua cuando hizo esa pregunta.

¿Sospecha algo?

—Bueno... tengo que irme, necesito llegar a tiempo al trabajo —le digo rápidamente.

Hanna se despide con la promesa de salir al centro comercial el fin de semana, y yo, por mi parte, tomo un taxi que me deja en la entrada del trabajo.

Mis nervios están a flor de piel mientras entro al ascensor que me lleva a la oficina de mi jefe.

—Buenas tardes —digo al entrar.

Massimo está frente a su escritorio mirando algo en la pantalla de la computadora.

—Volviste a entrar sin tocar. ¿Quieres verme masturbándome de nuevo?

¡Sí! Digo internamente.

—Lo siento, señor —respondo.

Massimo señala la silla y tomo asiento.

—Me gusta que me llames señor, espero escucharlo en otro contexto.

Sus palabras me confunden.

—¿Qué quiere decir? —pregunto con verdadera curiosidad.

—¿Alguna vez has oído hablar de bondage y sadomasoquismo?

Niego y él sonríe con ironía.

—Eres muy inocente. Eres virgen, ¿verdad?

¿Cómo se le ocurre hacer esa pregunta?

—Eso no es asunto tuyo.

—Sí lo es, porque serás mía.

Abro la boca sorprendida por sus palabras.

El impacto de lo que acaba de decir envía electricidad a mi clítoris.

—¿Por qué estás tan seguro de eso?

Él sonríe de nuevo.

—Quieres follarme tanto como yo quiero follarte.

Se levanta de su asiento y se acerca a mí, mueve la silla para que quede frente a él y levanta mi rostro.

Soy incapaz de moverme. Me siento débil ante su toque y su cuerpo imponente. Siento que estoy a su completa merced.

Abro la boca para hablar y pedirle que no me toque así de nuevo, pero lo veo desabrocharse los pantalones y, sorprendida, veo cómo saca su pene y lo pone frente a mi cara.

Miro toda su longitud y una vez más me impresiona el tamaño.

¿Por qué hace eso?

El deseo y la urgencia de abrir la boca y meterlo dentro empiezan a crecer, pero sé que todo esto está mal y decido no hacer nada.

—Chúpalo —dice.

Este hombre va a matarme.

Nunca he tenido sexo oral.

—Yo... nunca...

Él sonríe.

—Déjame mostrarte cómo me gusta.

La lujuria se apodera de mi cuerpo y permito que Massimo inserte su miembro en mi boca.

Es más grande de lo que pensaba.

—Pasa tu lengua por aquí —me dice.

Hago lo que me pide mirándolo a los ojos y me sorprende ver cómo contrae su rostro lleno de placer.

Parece que lo estoy haciendo bien.

—Ahora chupa y ten cuidado con tus dientes.

Hago mi mejor esfuerzo para satisfacerlo.

Él empieza a mover sus caderas hacia adelante y hacia atrás mientras agarra mi cabeza con su mano. Aumenta sus movimientos pélvicos y su mano aprieta mi cabeza con más fuerza.

Decido mirarlo una vez más y justo en ese momento siento un líquido cálido y ligeramente salado en mi boca.

Trago los fluidos de mi jefe mientras me limpio la boca.

—Levántate —dice.

Massimo me arregla el cabello y toca mi mejilla.

—Gracias, lo hiciste muy bien.

No voy a negar que me gustó, pero el pensamiento de lo que diría mi padre en este momento me entristece.

—¿Podemos empezar a trabajar ahora? —pregunto.

Él nota mi cambio de actitud pero no dice nada.

—Sí, siéntate, necesito que envíes unos correos a algunos proveedores.

Después de esa reunión empiezo a preguntarme cuántas cosas podríamos hacer Massimo y yo.

Intento concentrarme en el trabajo pero mi mente me lleva de vuelta al sexo oral.

—¿En qué estás pensando? —pregunta Massimo.

Sonrío.

—En nada importante —respondo.

No vuelve a preguntar por unas horas pero al final del día mi jefe agarra mis manos y hace esa pregunta clave.

—¿Vendrás al hotel?

—Sí.

—Te enviaré un chofer —dice.

—No es necesario, puedo pedir un taxi.

Él niega.

—Déjame consentirte.

Por primera vez en mi vida, permito que un hombre pague algo por mí.

—Está bien.

Mi jefe sonríe y así transcurre el día. Mi horario de trabajo termina y pido un taxi a mi dormitorio.

Toda mi perspectiva cambió gracias a lo que pasó en la oficina de Massimo. Me hace desear más que solo sexo oral.

Mi amiga Hanna llega unos minutos después y me sorprende verla con un paquete en las manos.

—Esto es para ti —dice al entrar en la habitación.

Pensé que era un regalo de ella pero cuando lo abro entiendo que es de Massimo.

—¿Quién te dio eso? —pregunta sorprendida.

¿Cómo le explico a mi mejor amiga todo lo que ha pasado con Massimo?

El regalo es un conjunto de lencería roja que apenas cubre lo necesario. Tiene una carta al lado que dice; Quiero verte ya. Con amor, Massimo.

Este hombre... va a matarme.

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