Capítulo 8

Maddison

No puedo creer que acepté quedarme con el coche.

No voy a negar que es un vehículo hermoso, y sé que pocas personas se atreverían a rechazarlo, pero no quiero que Massimo piense que estoy con él por algún interés económico.

Estoy con él porque me gusta estar a su lado. Me gustan sus caricias y sus besos.

Miles de veces pensé en rechazar el coche porque para mí era un insulto.

¿Pensaba que era una prostituta a la que podía comprar con cualquier cosa?

Nunca me había sentido tan insultada por alguien antes, pero después de escuchar su explicación entendí que estaba equivocada y que Massimo realmente estaba preocupado.

Es solo un regalo, me repetí varias veces. Al final decidí aceptar el regalo. Tengo que pensar en qué le diré a mi padre y a Hanna, para ellos será extraño verme con un coche de último modelo.

Por ahora tenía otra cosa en mente y creo que es ese contrato de confidencialidad y el contrato de Sumisa/Amo que mi jefe me hizo firmar. No sé en qué me estoy metiendo, no sé qué tipo de relación quiere Massimo.

¿Es un fetichista?

No entiendo mucho sobre bondage y sadomasoquismo. Ni siquiera entiendo bien eso del sexo casual.

¿Por qué quiere tenerme sumisa?

¿Qué significa ser sumisa? ¿Debería ser una esclava sexual o algo así?

¡Maldita sea! ¿En qué demonios me estoy metiendo?

Abro la laptop para investigar un poco, pero justo en ese momento Hanna entra en la habitación gritando que tiene un nuevo novio.

—¿Qué estás haciendo? —pregunta.

—Tratando de investigar sobre bondage y sadomasoquismo.

Me mira sin entender nada y, creyendo que es una broma, empieza a reírse sin control.

—Deja las bromas, Maddi.

—No es una broma. ¿Sabes algo sobre el tema?

Se sienta a mi lado y observa que, efectivamente, estoy investigando eso.

—¿Por qué te interesan esos fetiches? ¡Ni siquiera has tenido sexo!

Bajo la cabeza avergonzada. Hanna se va a sorprender cuando se entere de que ya no soy virgen.

—Solo tengo curiosidad —digo.

Me mira fijamente por unos segundos.

—No te creo —dice Hanna.

—¿Por qué no me crees?

—Nunca te ha interesado nada de eso. ¿Qué está pasando?

—Nada —digo.

—No me mientas, Maddison, sabes que te apoyo en todo.

Protégeme Dios.

—Estoy saliendo con mi jefe —digo.

Se ríe.

—Te dije que dejaras las bromas —dice.

—No es una broma, Hanna, estoy saliendo con mi jefe.

Se cubre la boca. Está muy sorprendida por la noticia.

—¿El coche hermoso en el garaje es tuyo?

Cierro los ojos con fuerza para decir que sí.

—¡Oh Dios mío, oh Dios mío! ¿Estás teniendo sexo con tu jefe? Por eso quieres investigar sobre bondage y sadomasoquismo, ¿verdad?

—Sí, es una locura, lo sé, pero…

—¡No! Quiero decir, sí, es una locura, pero esas cosas pasan, es normal. ¿Te gusta mucho?

—Es el mejor amigo de mi papá —digo.

Hanna grita.

—¿El amigo de tu papá?!

—Sí —digo.

—Mierda, Maddison. ¿Y qué tiene que ver el masoquismo con esto? —pregunta.

—Todavía no entiendo. Me pidió que firmara un acuerdo de confidencialidad y me entregó este documento, otro contrato que debo leer muy cuidadosamente antes de firmar.

Hanna toma el documento en sus manos y lo revisa.

—Maldita sea —dice.

—¿Qué pasa? —pregunto ansiosa.

—¿Estás segura de que quieres entrar en este mundo?

—No lo sé. ¿Podrías explicarme de qué se trata todo esto?

Hanna agarra mi computadora y busca en internet todo lo que necesito saber. Términos sexuales que no entendía, como <felación> y <fisting> eran totalmente desconocidos para mí. Era asombroso leer sobre todo el mundo del bondage y sadomasoquismo, pero lo único que encontré realmente incómodo fue el contrato de Amo/sumisa.

Todo lo que leí sobre ese tipo de relación me dejó atónita. Se suponía que debía hacer todo lo que Massimo me pidiera. Debo hablar cuando él lo autorice, debo vestirme como a él le guste, debo estar sexualmente disponible cuando él quiera, debo comer lo que él quiera.

¿Por qué a alguien le gustaría este tipo de relación?

Hanna me mira con duda.

—¿Estás segura de que quieres esto?

Sé que está preocupada por mí, y ahora que lo pienso mejor, no estoy segura de que este tipo de relación sea la que quiero para mí.

—No lo sé, yo...

Mi teléfono suena por una llamada entrante y cuando reviso noto que es mi padre.

—¡Hola! —contesto.

—Cariño. ¿Cómo estás?

—Muy bien, ¿y tú?

—Genial, te llamaba para hacerte una invitación.

—¿Es una cena?

—Sí, ¿recuerdas a mi amigo Massimo? Me invitó a cenar esta noche y dijo que no había problema en que tú vinieras.

No puede ser, es un hijo de puta.

—Oh, estoy muy ocupada papá, no creo que pueda...

—Vamos Maddison, no me digas que no. Massimo es un hombre con muchas influencias, sería muy embarazoso decirle que no.

—Puedes ir solo —digo, tratando de esquivar la cena.

—No, quiero que vengas porque intentaré conseguirte un trabajo.

Mierda.

—No papá, está bien, yo...

—¡Perfecto! Te recojo a las ocho.

¡No puede ser!

—¿Qué pasa? —pregunta Hanna.

—Massimo invitó a mi padre a cenar y quiere que yo asista.

Se ríe.

—En qué problema te has metido, Mad.

Y como si fuera una broma, mi teléfono suena por una llamada de Massimo.

Maldición.

—¿Diga?

—¿Qué harás más tarde? Ven a mi casa.

El hijo de puta ni siquiera me dice que mi papá también estará allí.

—Ya hablé con mi padre —digo.

—Perfecto. No llegues tarde.

—No iré —digo.

—Sí, irás.

—No eres mi padre, Massimo, no siempre haré lo que quieras.

—Vendrás. Te quiero aquí, si no vienes tendrás consecuencias.

El desgraciado corta la llamada. Quiero morir. ¿Por qué me pone en esta situación? Mi papá no puede saber que algo está pasando entre Massimo y yo.

Hanna recibe un mensaje y avisa que debe irse.

—Buena suerte con la cena —dice antes de irse.

La cena es en una hora y lo último que quiero hacer es ducharme y arreglarme, pero sé que mi padre está muy emocionado y mi conciencia me dice que debo complacerlo.

Con muchas dudas me levanto de la cama y decido ponerme guapa. Sé que a Massimo le encantará el atuendo.

Vestido rojo con muslo descubierto y sin tirantes, exponiendo el escote de mis pechos. Tacones negros y accesorios plateados. Perfume 21vip de Carolina Herrera y cabello suelto.

Solo tengo que esperar que...

—¡Cariño! —grita mi padre en la puerta del dormitorio.

Lo dejo entrar y sonríe.

—¿De quién es ese coche hermoso en el garaje?

Maldita sea.

—De Hanna —miento.

—¿De dónde sacó el dinero para comprarlo? Es el último modelo, cuesta mucho dinero.

—No lo sé. ¿Nos vamos?

—Sí.

Salimos de la habitación hacia su coche. En el camino mi padre solo puede hablar de lo poderoso que es Massimo y todas las buenas influencias que tiene. Cuando llego a la casa de mi jefe me asombra lo grande y lujosa que es.

Es una maldita mansión.

Salimos del coche y antes de tocar el timbre aparece Massimo.

—Buenas noches —dice.

Mi padre le estrecha la mano mientras yo le extiendo la mía y él la besa.

—Estás hermosa esta noche, Maddison.

Maldita sea, este hombre me va a volver loca.

Capítulo anterior
Siguiente capítulo