CAPÍTULO OCHO
Los escasos muebles en la habitación solo confirmaban su desolación. Una pequeña cama ocupaba una esquina, su sencillez contrastaba con la apariencia opulenta del palacio. Un armario se erguía silenciosamente contra una pared, mientras que una modesta mesa de tocador ocupaba otra. Una puerta invitaba, conduciendo al enigmático baño, cuyos secretos estaban ocultos tras puertas cerradas.
La habitación, con su decoración sombría, parecía diseñada para fomentar la soledad, un lugar donde uno podría fácilmente sucumbir al peso de la desesperación. Me dejé caer sobre la cama, el único mueble que ofrecía una apariencia de comodidad. Mis pensamientos giraban, una tempestad de confusión e incertidumbre, mientras contemplaba las circunstancias que me habían llevado hasta allí.
Fuera de la ventana, la brisa susurraba promesas de escape, su caricia suave era un consuelo efímero contra la cruda realidad de mi situación. Seguía vistiendo los mismos harapos que llevaba durante mis tareas humildes en mi manada antes del secuestro, un recordatorio claro de lo rápido que mi vida se había desmoronado.
Perdida en la contemplación, fui sacada de mis pensamientos por un golpe brusco en la puerta. Sobresaltada, me levanté de la cama y crucé la habitación para abrirla. La puerta se abrió para revelar a una criada, su expresión severa y su actitud poco acogedora.
"El Alfa me pidió que te entregara esta ropa," declaró secamente, empujando un bulto de tela en mis manos. Sus palabras tenían un tono de autoridad, sin dejar espacio para discusión. "Quiere verte en sus aposentos en la próxima hora."
Con eso, se dio la vuelta y se marchó, dejándome sola una vez más en los confines melancólicos de la habitación. La ropa en mis manos era un marcado contraste con los harapos que llevaba, un sutil recordatorio de mi nuevo rol como participante involuntaria en la manada de la Luna de Sangre.
Mientras contemplaba la inminente reunión con el enigmático Alfa, una sensación de preocupación me invadió. ¿Qué quería de mí y cómo moldearía este encuentro el incierto camino que tenía por delante? Las respuestas, como los secretos del palacio mismo, permanecían fuera de mi alcance.
Con el bulto de ropa en mi posesión, cerré la puerta detrás de mí, mi curiosidad despertada por las misteriosas prendas. A primera vista, parecían poco notables, solo un conjunto de ropa limpia y ordinaria. Al examinarlas más de cerca, era evidente que eran muy diferentes de la vestimenta andrajosa que había estado usando.
Consciente del reloj que avanzaba y de la orden imperiosa del Alfa de presentarme en sus aposentos dentro de la hora, no perdí tiempo. Una rápida decisión me llevó a despojarme de mi viejo y desgastado vestido y aventurarme al baño. El tiempo era un lujo que no podía permitirme, y necesitaba estar presentable para la inminente reunión.
El sonido del agua me saludó al abrir la ducha, su sonido relajante era un marcado contraste con el torbellino tumultuoso en que se había convertido mi vida. Al entrar en la ducha, sentí cómo el peso de mis problemas se desvanecía con cada gota que acariciaba mi piel.
Fui minuciosa en mi limpieza, decidida a eliminar cualquier rastro de suciedad y mugre que se aferraba a mí desde mis días de servidumbre. El incesante chorro de agua ofrecía tanto alivio físico como emocional, un respiro temporal de las duras realidades de mi cautiverio.
Mi cabello, una vez testimonio del descuido que había soportado, recibió una atención especial. Lo enjaboné con cuidado, mis dedos trabajando diligentemente para restaurar su antiguo brillo. El simple acto de lavar la suciedad acumulada con el tiempo se sentía como una pequeña victoria frente a la adversidad.
Al salir de la ducha, me envolví en una toalla, la tela era un abrazo reconfortante contra mi piel aún húmeda. El tiempo era esencial, y sabía que debía apresurarme. Con un sentido de urgencia, me sequé y regresé a los confines de mi habitación.
Sentada en la pequeña mesa de tocador, miré al espejo, estudiando el reflejo que me devolvía la mirada. Siempre había sido consciente de mi propia belleza, un don que había sido tanto una bendición como una maldición. Pero las pruebas y tribulaciones que había soportado habían dejado su huella, ocultando mi atractivo natural bajo capas de dificultades y sufrimiento.
Sabía que poseía una belleza que una vez tuvo el poder de cautivar corazones, pero a la luz de mis recientes experiencias, se había convertido en un débil destello, ensombrecido por las cicatrices de mi pasado. Nadie se había preocupado lo suficiente como para mirar más allá de la superficie, para ver a la persona que realmente era bajo la apariencia de las dificultades.
Mientras escrutaba mi reflejo, no podía evitar preguntarme cómo me percibiría el Alfa. ¿Vería la fortaleza que me había llevado a través de la adversidad, o solo vería los restos de una belleza que había sido marcada por el sufrimiento? El espejo no ofrecía respuestas, dejándome lidiar con la incertidumbre del encuentro que se avecinaba.
Un suave suspiro escapó de mis labios mientras me peinaba meticulosamente, recogiendo los mechones en un moño ordenado. El espejo reflejaba la transformación, el simple acto de arreglar mi cabello era un pequeño paso hacia presentarme con una apariencia de dignidad. Me puse uno de los vestidos que me habían enviado, su tela un marcado contraste con las prendas andrajosas que habían definido mi existencia.
Mirando el reloj, me di cuenta de que los minutos se deslizaban, y la convocatoria del Alfa se acercaba. Con un sentido de urgencia, me dirigí a la puerta, la determinación grabada en mis rasgos. Acababa de llegar al palacio y no estaba familiarizada con su disposición, pero no podía permitirme llegar tarde.
Al salir al pasillo, escaneé los alrededores desconocidos, mis ojos buscando cualquier señal que pudiera llevarme a los aposentos del Alfa. Era una tarea desalentadora, navegar por el palacio sin guía, pero tenía poca opción.
Un guardia que pasaba llamó mi atención, y me acerqué a él con un tono educado, mi voz teñida con un toque de incertidumbre. "Disculpe, ¿podría indicarme la dirección de los aposentos del Alfa?" pregunté, mis ojos suplicando asistencia.






























