Capítulo 27

—¡Quédate quieta, Asena!— le grité a mi loba. Ella seguía ronroneando y urgía que soltara mi toalla, y su insistente acoso confundía mi proceso de pensamiento.

—¿Qué estás esperando? ¿Por qué te detienes?— me gritó de vuelta.

La ira en su voz me sorprendió. Asena y yo estábamos en la misma sintoní...

Inicia sesión y continúa leyendo