En una burbuja

Anastasia abrió los ojos a la penumbra de otra habitación de motel. Era la sexta, o quizás la séptima, había perdido la cuenta. El brazo de Aleksander descansaba sobre su cintura con un peso reconfortante. Se permitió observarlo unos minutos más: la cicatriz pequeña sobre su ceja izquierda, el rastr...

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