Capítulo 48 Arrepentimiento

David se sentó en el sofá beige, sus dedos se entrelazaban, los nudillos blancos por la presión.

Sus ojos estaban fijos en la planta de monstera, excesivamente verde, en la esquina, como si fuera lo más fascinante de la habitación.

La terapeuta le empujó suavemente un vaso de agua tibia hacia él.

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