Capítulo 38- D A R I O

Seguí a Ambrosio hasta una pequeña mesa en el fondo. A través del mar de matones, aún teníamos los ojos puestos en las chicas, aunque ellas no podían vernos. Ambrosio sacó su teléfono y comenzó a teclear mientras tomaba unas cuantas respiraciones profundas y finalmente dijo,

—O Italós pernáei tis g...

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