Capítulo seis
Me desperté con Emiliano mirándome desde la misma silla en la que se sentó Mario. Quería preguntarle si había tenido éxito en encontrarla y cuántos días me quedaban aquí con él. Me miró por un momento, estudiando mi rostro.
—Prepárate. Vamos a un club para una reunión. ¿Tienes la bolsa negra?
Asentí con la cabeza. Continuó,
—Bien.
Me miró unos momentos más y luego se dirigió a la puerta de la habitación. Puso su mano en el pomo de la puerta y se detuvo,
—Nos vamos en dos horas.
Emiliano cerró la puerta detrás de él al salir y yo salté para meterme en la ducha. Gracias a otro día de tomar el sol, me estaba dando otra ducha fría. Vi una navaja rosa en el alféizar de la ventana de la ducha y una sonrisa maliciosa apareció en mi rostro. Todo mi vello no deseado está eliminado con láser, no tengo que preocuparme por las navajas. Cuando ella vuelva a casa, estará peluda. El pensamiento me calmó mientras lavaba mi cuerpo y mi cabello y salí.
Me puse un tanga de encaje negro de la bolsa de VS y luego fui al armario y encontré una bata negra transparente para ponerme mientras secaba y rizaba mi cabello y aplicaba su maquillaje. Hice un ojo ahumado azul oscuro para combinar con el color del vestido. Pensé que estaba haciendo buen tiempo hasta que recordé que tenía que aplicar maquillaje a todos los tatuajes que el vestido no cubrirá. Me quité la bata negra y la dejé en el mostrador. Agarré el maquillaje para tatuajes y comencé a cubrir la pieza de Medusa en mi muslo izquierdo. Luego cubrí la enredadera de peonías que tengo en mi cadera derecha. Cubrí la pequeña corona en el interior de mi muñeca derecha, y por último, cubrí la rosa en mi antebrazo izquierdo. Dejé mis piezas de las costillas sin tocar ya que el vestido las cubrirá.
Me giré para salir del baño, pero Emiliano estaba parado en la puerta, vistiendo pantalones beige claro y una camisa azul marino con los primeros botones desabrochados y las mangas arremangadas hasta los codos, mirando mi cuerpo.
—Te ves diferente sin todos esos tatuajes,
dijo con una cara seria.
—Te ayudaré con tu vestido.
Entró en el dormitorio y lo seguí. Tomó el pequeño vestido azul del gancho y lo desabrochó cuidadosamente y lo sostuvo abierto para que yo entrara. Obedecí y él subió el vestido sobre mi trasero y caderas y puse mis brazos en las tiras y subí el vestido sobre mis pechos y Emiliano cerró el vestido. Di un paso adelante y me giré lentamente para que Emiliano pudiera ver el vestido en todo su esplendor.
—Te ves increíble,
me dijo en un susurro. Me giré y entré en el armario para encontrar unos zapatos. Encontré un par de stilettos de cristal de Louboutin y me enamoré de ellos. En el armario de bolsos, encontré un clutch de cristal a juego y me uní a Emiliano en el dormitorio. Estaba sentado en la silla, mirándome mientras bebía líquido de una petaca. Caminé lentamente hacia él y puse suavemente mi mano en el brazo con el que sostenía la petaca y dije,
—Basta ya, debes estar sobrio para la reunión.
Pude sentir el agarre de Emiliano en la petaca apretarse y me miró con fuego en los ojos y por un segundo me puse nerviosa pensando que había tocado un nervio y vendría hacia mí. Mantuve una cara seria, y él permaneció sentado en la silla, aflojó su agarre en la petaca y cubrió su rostro con la mano libre y preguntó,
—¿Por qué no me tienes miedo?
Lo miré por un segundo y confesé,
—A veces me pones nerviosa, pero sé que estás demasiado roto ahora para hacerme daño. Lo cual muestra debilidad, Emiliano.
Emiliano me miró a través de sus dedos, podía decir que estaba confundido. Continué,
—Necesitas ser fuerte para esta reunión. Deja-
Me costó todo decir su nombre sin atragantarme-
—Anka irse por la noche. ¿Está segura, verdad?
Una variación de la pregunta que he estado muriendo por saber desde que lo vi sobre mi cama hace horas. Emiliano bajó la mano y asintió lentamente con la cabeza. Mi corazón sintió una punzada pero mi compostura se mantuvo. Fingí una sonrisa y luego dije,
—¿Ves? Todo está bien. Te ves genial, tienes a tu Anka falsa, tomaremos un espresso en el camino, y la noche será un éxito.
Emiliano me miró y mi sonrisa falsa parecía haberlo calmado. Cerró la tapa de su petaca y ambos nos levantamos. Esta vez tomé la mano de Emiliano y él me siguió hasta la cubierta.
Nos encontramos con una docena de matones y Mario en la mesa y me incliné hacia uno de los matones y le pedí una taza de espresso y salió corriendo. Regresó poco después con una taza y un platillo. Tomé un sorbo para obtener un impulso de cafeína y le entregué el resto a Emiliano. Lo tomó sin dudar y tragó el contenido de un solo trago. Dejó el platillo en la mesa y tomó mi mano y me llevó por el último tramo de escaleras hasta la parte superior del barco y Emiliano me ayudó a subir al helicóptero.
