Capítulo 10 Perder todo

POV de Eden:

Me cuesta todo lo que tengo aguantar el resto del día y cuando ese cerdo ignorante me dice que puedo irme, no puedo escapar lo suficientemente rápido. Personalmente, creo que hice un gran trabajo siendo civilizada, pero definitivamente había una atmósfera tensa entre nosotros.

Tomo el metro de regreso a la casa de mi abuela para recoger la llave de mi nuevo apartamento y durante todo el camino voy alternando entre querer darle mi carta de renuncia y querer demostrarle a Noah Grisham que está equivocado sobre mí.

No estoy muy segura de dónde salió mal o qué hice para ofenderlo. Había estado tan ocupada preocupándome por ocultar mi identidad que apenas consideré otra cosa al responder sus preguntas.

Caminando la corta distancia desde la estación hasta la casa de mi abuela, trato de entender su perspectiva. Claramente pensaba que estaba menospreciando Clancy’s Comforts, pero esa no había sido mi intención. Excepto que él había sido distante antes de que llegáramos a esa parte de nuestra conversación. Había sido pasivo-agresivo, por decir lo menos, desde el primer momento en que me vio.

El coche de mi abuela está en la entrada. Estoy un poco decepcionada porque esperaba tener un poco más de tiempo para ordenar mis pensamientos. Si hubiera sabido que estaría en casa temprano, me habría tomado mi tiempo.

—¡Eden! —me llama felizmente cuando entro.

Sigo el sonido de su voz y la encuentro cocinando la cena en la cocina.

—Hola, abuela —digo, besándola en la mejilla.

—¿Cómo estuvo tu día?

Se ve tan emocionada. No quiero arruinarle la ilusión, pero tampoco voy a mentirle.

—Una completa porquería —digo finalmente.

—¿Oh? —pregunta, sin levantar la vista del zanahoria que está cortando.

—No creo que pueda trabajar con Noah Grisham —suelto las palabras antes de poder detenerme.

Su sonrisa no se desvanece. Es como si mis palabras no la afectaran en absoluto.

—¿Me pasas los champiñones, querida?

Hago lo que me pide, esperando que responda, pero no lo hace. No dice absolutamente nada y me frustro más con cada minuto que pasa.

—¿Abuela? —pregunto, colocando los champiñones frente a ella.

—¿Sí, querida?

—¿No quieres decir nada?

—¿Qué te gustaría que dijera? —pregunta, mirándome.

Con un bufido, me doy la vuelta antes de girar abruptamente para enfrentarla.

—No sé. ¿Qué tal un ‘lo siento que tuviste un mal día’ o ‘¿qué te hizo?’?

Sus ojos son astutos mientras me observa y lo odio. Otras personas se acobardan cuando ella los mira así, pero yo no. He crecido con eso y soy perfectamente capaz de mantenerme firme contra mi abuela.

—¿Te quedarás a cenar?

—¿Hablas en serio ahora mismo? —pregunto irritada.

—Estoy haciendo lasaña —dice como si eso fuera a influir en mi decisión.

Sacudo la cabeza, exasperada. Me doy la vuelta para irme. No tiene sentido siquiera intentar hablar con ella sobre esto. Claramente no está interesada.

—No puedes irte todavía —dice casualmente—. Martin viene con la llave de tu nuevo lugar.

—Quédate con ella —digo enojada mientras me acerco al refrigerador.

Bajo el bloc de notas magnético de compras que mi abuela insiste en que es esencial en la cocina. Aunque mi atención está en el papel, puedo sentir sus ojos sobre mí. La habitación está en silencio; ya no está cortando las zanahorias. Anoto un puñado de palabras antes de firmar mi nombre.

Arrancando la nota del bloc, la coloco sobre la encimera frente a ella.

—Renuncio.

No quiero encontrarme con su mirada. Sé que va a parecer decepcionada y no sé si puedo soportarlo. No estoy acostumbrada a decepcionarla. En su mayoría, mi abuela suele estar muy orgullosa de mis decisiones.

Pero sé que tengo que hacerlo, tengo que mirarla, de lo contrario, nunca verá mi determinación.

Ya no está sonriendo y, como esperaba, parece más decepcionada de lo que la he visto nunca.

—Ni siquiera lo has intentado —dice con calma, colocando el cuchillo en el mostrador junto a mi carta de renuncia.

—¿No lo he intentado? —me río amargamente—. Tienes razón. No lo he hecho. Es realmente difícil hacer algo productivo cuando pasas todo el día con alguien que te trata como basura.

Noto que su mandíbula se contrae. Está conteniéndose.

—Debí haber sabido que no te tomarías esto en serio —dice.

—¡Me tomo todo en serio! —mi temperamento está subiendo.

—Excepto Clancy’s Comforts —replica.

—Es tu sueño. No el mío.

Ella aspira una bocanada de aire y sé que mis palabras la han herido.

No quiero discutir con ella. La verdad es que tengo mucho respeto por mi abuela. Es increíble, pero realmente no me gusta que me sermoneen sobre respetar el legado de mi familia por algún pedante pedazo de...

—Me voy —digo, dirigiéndome hacia la puerta.

—Ni siquiera tienes dinero —dice a mi espalda—. No tienes coche. No tienes tarjetas de crédito. No tienes dónde vivir.

Sus palabras me detienen a mitad de paso. Tiene toda la razón. Prácticamente no tengo nada, excepto el adelanto que me dio de mi salario. Ella tiene todo lo que poseo bajo su custodia. Y no solo el dinero que me ha dado, sino todo lo que he ganado por mí misma también.

—Conseguiré un trabajo —le digo antes de salir sin mirar atrás.

Capítulo anterior
Siguiente capítulo