Un chico jodidamente bueno

Una hora y tres orgasmos después, Tiny se deshace de mí para vestirse en silencio.

Con un gemido torturado, lo alcanzo, deseando nada más que su cuerpo vuelva a acurrucarse junto al mío.

Él sacude la cabeza. —Tengo trabajo que hacer, nena. Solo prométeme que no olvidarás lo que hablamos. Dime que ...

Inicia sesión y continúa leyendo