No hay descanso para los malvados

Compré dos cafés de un vendedor en la esquina y me dirigí fuera del frío hacia el olor estéril del ya familiar hospital.

"¡Rhea!" Su voz era como un sueño. Cálida y reconfortante para los nervios. Hacía que todas mis preocupaciones se desvanecieran y nada de eso importara más. Todos esos problemas ...

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