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Nos quedamos en silencio por unos segundos, absorbiendo todas las noticias que habían caído sobre nosotros. Coloqué mi mano en mi abdomen nuevamente, agradeciendo al cielo por la vida de mi pequeño, por ser tan pequeño y a la vez tan fuerte.

Un verdadero guerrero, un verdadero Dăneşti.

Él suspiró.

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