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—¡Mami!—llamé con un tono emocionado y agudo.

Mis pequeños pies descalzos golpeaban contra los viejos y desiguales pisos de madera, escuchando en secreto los crujidos que tanto me gustaban. Cuando encontraba la tabla suelta que más se quejaba, me aseguraba de dar pasos más pequeños para prolongar s...

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