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El día siguiente vino y se fue. El tercer día estuvo lleno de silencio y la absoluta, enloquecedora nada de estas paredes blancas, ignorando la puerta de madera que miré toda la mañana. Mi cuello dolía por culpa de ese bruto Alfa y la falta de movimiento. Intenté silbarle a Nox de nuevo, pero aún no...

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