136. Gracias a Dios, no está aquí.

Uno, dos, tres timbres, y con cada segundo que pasa sin respuesta, me siento más inquieta. Golpeo mi pie ansiosamente, mordiendo mi mejilla, pero aún no hay respuesta de Abraham.

De repente, el timbre se detiene, y sonrío, pensando que escucharé su voz al otro lado — sin embargo, es solo una voz fem...

Inicia sesión y continúa leyendo