70. Por favor, al carajo...

Apoyo mis manos sobre la mesa en el centro de la habitación —una mesa que debería usarse para reuniones importantes, no para que mis manos sudorosas se deslicen por el vidrio. Miro por encima de mi hombro y doblo mi cuerpo, arqueando mi espalda como Abraham me dijo.

—¿Así, señor? No puedo evitar s...

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