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Tuve que parpadear varias veces para asegurarme de que estaba mirando a Alejandro Magno y no a algún diablo burlón que había tomado su cuerpo.

—Um... creo que has perdido la dirección de tu habitación —solté, luego saqué su teléfono de mi bolsillo y se lo entregué.

Esperé a que me devolviera mi te...

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