Treinta minutos

La luz parpadeaba mientras Larry caminaba por el vestíbulo con algunas otras enfermeras.

Se ajustó el abrigo y gruñó.

—Pensé que había dejado a Sam a cargo, así que ¿por qué tengo que ser molestado otra vez? —dijo.

La luz volvió a encenderse, pero pronto se apagó de nuevo.

—¿Y qué demonios está haciendo el electricista allá arriba? —añadió con una ligera mueca.

Entraron en la sala, pasando junto a Annie, que tenía la cara enterrada en sus piernas.

Sam miró a Larry y suspiró.

—Gracias a Dios que estás aquí —murmuró.

—No sabía que eras tan incompetente, Sam. De todos modos, ¿qué le pasa a ella? —preguntó Larry mientras se acercaba a la madre de Annie.

—Deberías dejar de ser grosero, Larry —suspiró Sam. Estaba cansado de su actitud infantil.

—Ya le hice una prueba y, según los resultados, tiene apendicitis —explicó.

—Oh, bueno. Entonces ve a preparar todo para la cirugía —dijo Larry.

—¿Dónde está su tutora? —preguntó a la enfermera.

—Está afuera. Es la que pasamos hace unos minutos —respondió ella.

—Hablaré con ella. Empiecen a preparar todo para la cirugía —ordenó y salió.

Vio a Annie, con la cara aún enterrada en sus piernas.

—Oye, pequeña —llamó Larry en un susurro.

Ella se sobresaltó y levantó la cara lentamente.

Se levantó de inmediato.

—Doctor, ¿cómo está mi...?

—Sígueme —dijo Larry y comenzó a caminar, y sin dudarlo, ella lo siguió.

Llegaron a una oficina y él sacó una llave y la insertó en la cerradura.

La puerta se abrió y él la empujó, caminó hacia su escritorio y Annie también entró.

—Por favor, dígame, doctor, ¿qué...?

—La puerta, por favor —dijo Larry señalando la puerta.

Annie la miró y luego suspiró, entendiendo lo que él quería decir.

Caminó hacia ella y la cerró.

—Bien, ahora, por favor, siéntate —dijo y le hizo un gesto para que se sentara.

Ella asintió y se sentó.

—¿Qué tipo de relación tienes con la mujer? —preguntó mientras se quitaba el abrigo y lo colgaba en su silla antes de sentarse.

—Soy su hija. Dígame, ¿qué pasa? —preguntó.

—¿Sabías que le diagnosticaron una enfermedad llamada apendicitis? —preguntó y ella asintió.

—Sí.

—¿Y no la trataste? —se burló.

—No... no teníamos el dinero que nos pedían para su cirugía —explicó.

—Y supongo que ya tienes el dinero. Ella está actualmente en una etapa crítica y final, y esa etapa es bastante difícil. Necesitaremos operarla pronto, el tiempo límite es en las próximas dos horas o, de lo contrario, la perderemos —explicó más.

Los ojos de Annie se llenaron de lágrimas.

—¿Qué?... por favor... por favor, señor... yo... yo... —balbuceó.

Larry revisó algunos archivos y deslizó uno en particular hacia ella.

—Aquí, necesitamos tu firma antes de poder comenzar la cirugía —dijo.

Annie tomó el archivo y estudió el contenido.

Sus ojos se abrieron de par en par.

—100 millones de dólares. ¿De dónde demonios quieres que saque eso? —gritó.

Larry la miró con calma.

—Pequeña, tienes que conseguir el dinero en los próximos 30 minutos y no me importa de dónde lo saques. O lo consigues o dejas que tu madre muera. Los próximos treinta minutos lo determinarán.

Capítulo anterior
Siguiente capítulo