Conociendo a su enemigo

Necesitaba redimirme, así que corrí tras ella.

—¡Oye!— grité.

Ella se detuvo y se giró para mirarme. Todos nos observaban, esperando mi reacción, supongo. Rodé los ojos. Podía leer sus mentes. Gruñí.

—¿Qué dijiste?

Ella siseó.

—Estoy segura de que no estás sordo. Pero en caso de que lo estés, t...

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