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Pero mientras estábamos allí, congelados en expectativa, el viento se calmó. Los árboles dejaron de crujir y la oscuridad pareció reducirse.

Fruncí el ceño, la confusión grabada en mi rostro. —Espera —dije—. Se ha ido.

La mirada de Leon se encontró con la mía. —¿Qué quieres decir? —preguntó.

Negu...

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