Tú eres mía para que te quedes

ALINA

El silencio colgaba en el aire. Era pesado, mortal y sofocante. A veces tenía que recordarme a mí misma respirar mientras conducíamos. Mi corazón latía tan erráticamente que literalmente sentía que podría salirse de mi pecho en cualquier momento.

Eché múltiples miradas al perfil afilado de D...

Inicia sesión y continúa leyendo