Sombras y Silverfire

La tormenta había pasado, pero la noche aún sangraba roja en los ojos del Rey Pícaro.

Se encontraba al borde del claro donde su lugarteniente había caído—nada quedaba más que cenizas y el tenue eco de la luz de la luna aferrándose a las piedras. Sus garras se hundían en el suelo congelado.

—Ella h...

Inicia sesión y continúa leyendo