18. Feliz primero, carajo

Kelvin no podía creer lo que veían sus ojos.

Se frotó la palma de la mano con fuerza sobre la cara, como si quisiera borrar un sueño, pero no, era real.

Su madrastra, de quien pensaba que había olvidado su cumpleaños y probablemente lo odiaba, yacía en su cama medio desnuda, su cuerpo una sucia in...

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