12. Remoja mis dedos, hermana pequeña

Él se echó la ropa al hombro, luego sus manos enguantadas fueron directamente hacia su cuello.

La respiración de Caroline se detuvo.

¿Qué demonios estaba haciendo?

Su cuerpo tembló, no solo por el frío, sino por el fuego peligroso que lamía bajo en su vientre. Debería empujarlo, gritar, decirle...

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