66

Aurora

—¡No puedes!— rugió en mi cara como si fuera un tigre en lugar de un lobo. Le envié una ráfaga de aire que lo pegó contra la pared del fondo. Quedó suspendido allí.

—¡Maldita perra!— rugió.

—No soy tu enemiga, Dominic, tú eres tu propio enemigo— lo reprendí. —Tu tiempo es corto, Pequeño Al...

Inicia sesión y continúa leyendo