CAPÍTULO 37

DIEGO

—¡ANNA!— grité, siguiendo el camino que ella había tomado, pero no la vi.

Su aroma era fresco y fácil de seguir. Tenía que rastrearlo, siguiendo su ubicación más adentro del laboratorio, hasta que escuché su grito desde una de las puertas a mi derecha.

—¡Vuelve aquí! ¡Te vi, Anna! ¡Sé que e...

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