CAPÍTULO 7

DIEGO

—¡Espera! ¡Por favor, perdóname!— El viejo lobo se arrastraba lentamente en un charco de su propia sangre, rogándome que le perdonara la vida.

Seguí caminando hacia él con mis nudillos de plata ensangrentados, desesperado por golpear su cara una y otra vez hasta que dejara de respirar.

—Te ...

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