128. La reconciliación física.

La noche huele a silencio y a rabia contenida.

Javier lleva dos días sin mirarme a los ojos. Camina por la casa como un fantasma que apenas me roza, como si cada centímetro de distancia entre nosotros fuera un castigo que él mismo decidió imponer. No habla. No reclama. Y yo… yo me estoy volviendo lo...

Inicia sesión y continúa leyendo