22. Despertar de miel y fuego.

El sol apenas se cuela entre las cortinas de lino. Un resplandor dorado me acaricia el rostro, tibio, suave… pero no es eso lo que me despierta.

Es algo mucho más profundo.

Más húmedo.

Más delicioso.

Mis muslos tiemblan, mi espalda se arquea instintivamente contra las sábanas. Un gemido se me escapa...

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