28. Una isla, dos pecados.

—Y llegamos —anuncia Javier con una sonrisa radiante mientras el yate privado se desliza suavemente hacia el pequeño muelle de madera.

Es de madrugada aún, pero la brisa cálida ya huele a mar, a vegetación espesa, a secretos que se deslizan entre las sombras de palmeras inmensas. En el cielo, las pr...

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